Siendo solos tú y yo,
en un tiempo sin latido,
nos vimos bajo un arrebol,
que vistió tu cuerpo aterciopelado,
con matices de suave sonrojo
Anude tu cabellera avellanada
deseando descubrir tu cara,
mientras gentil
presumía
de una calma lejana.
La inocencia de tu piel me llevo
a desear tenerte entre mis brazos,
a mirarme profundo en tus avellanados ojos,
a percibir el embriagante aroma de tu cuerpo,
acurrucado en la tibieza emanada
del abrigo que mi deseo te brindaba,
Poco a poco descubrí tu desnudez lozana.
Donde la anticipación temprana
alentó la insensatez de un desatino,
y en un crecer repentino
la frescura de la adolescencia marchitaba
en un lecho tosco y frío
que volviéndose sutil cobijo
enmarco horas de candoroso amorío.
Autor: Regina Fuentes
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